Ingebirgitt Hannah Hoess tenía seis años cuando su padre, Rudolph Hoess, fue nombrado comandante del campo de exterminio nazi Auschwitz, la "mayor máquina de destrucción humana de todos los tiempos", como él mismo escribió más tarde en su diario. La mujer, que ahora tiene 81 años, asegura no haber sabido nada en su "bella infancia" de lo que pasaba al lado de su casa.
"No sabía que detrás de la puerta tuvieron lugar estas atrocidades", confiesa Ingebirgitt en una entrevista para la revista 'Stern'. "Nunca pregunté por qué había vallas y torres de vigilancia. Cuando tienes nueve o diez años, tu mente está ocupada en otras cosas". Sin embargo, la mujer recuerda que a cien metros de su terraza a veces veía humo, sin saber que provenía de los crematorios donde quemaban a las víctimas judías.
Los últimos días de la guerra, su padre logró escapar hacia el norte del país, mientras que Ingebirgitt con su madre y los hermanos se escondieron en una antigua fábrica de azúcar. "Fue el peor momento. Lo único que sabíamos era que nuestro padre se había ido y luego nos dijeron que había muerto". En realidad, Hoess fue capturado en 1947 por soldados británicos, llevado a Auschwitz y ahorcado allí mismo. Antes de su muerte, el militar hizo una confesión completa acerca de los terribles crímenes que administró en el campo.
Después de la guerra, mientras la niña crecía, se enteraba del secreto de su padre. "Al principio pensé: ¡No puede ser!", recuerda Ingebirgitt. "Pero hay que aceptarlo. Ocurrió en nuestra familia. Me pongo triste cuando lo pienso". La adolescente decidió cambiarse el nombre a Brigitte y emigró a España, donde trabajó de modelo en desfiles de moda, que visitaba hasta la esposa del dictador Francisco Franco.
Se casó con un ingeniero irlandés-estadounidense y se fue a vivir en EE.UU., donde trabajó durante 35 años en una tienda de moda de Washington, perteneciente a judíos. "Un día les confesé a los gerentes que era la hija de Rudolph Hoess. Me dijeron: "No podrías haber evitado lo que hizo él, eras una niña, tienes que aceptarlo". Desde ese momento, dejé de negar Auschwitz".
Brigitte ha pasado la mayor parte de su vida con miedo de hablar sobre su padre y, a pesar de todas las atrocidades que cometió, no deja de recordarlo con cariño: "Fue el hombre más agradable del mundo. Era muy bueno con nosotros".
Los campos de exterminio fueron la herramienta principal de la política racial nazi, donde los asesinatos colectivos de presos, judíos en su mayoría, eran una práctica habitual. Hoy en día existe una disparidad de datos sobre el número real de víctimas en estas 'fábricas de la muerte', pero se calcula que en Auschwitz, la más grande entre ellas, fueron de 980.000 a 1,5 millones de personas. En el momento de su liberación por el Ejército Rojo, en Auschwitz quedaban unas 7.000 personas, entre ellas, centenares de niños.
Brigitte ha pasado la mayor parte de su vida con miedo de hablar sobre su padre y, a pesar de todas las atrocidades que cometió, no deja de recordarlo con cariño: "Fue el hombre más agradable del mundo. Era muy bueno con nosotros".
Los campos de exterminio fueron la herramienta principal de la política racial nazi, donde los asesinatos colectivos de presos, judíos en su mayoría, eran una práctica habitual. Hoy en día existe una disparidad de datos sobre el número real de víctimas en estas 'fábricas de la muerte', pero se calcula que en Auschwitz, la más grande entre ellas, fueron de 980.000 a 1,5 millones de personas. En el momento de su liberación por el Ejército Rojo, en Auschwitz quedaban unas 7.000 personas, entre ellas, centenares de niños.
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