Desde tiempos inmemorables se habla de perdón y de lo importante que es perdonar a tu prójimo y a tu hermano. Oímos con frecuencia que hay que saber perdonar para que nos perdonen pero no nos hablan de lo difícil que es.
No nos hablan del dolor de una traición y que tenemos que olvidarnos de ese dolor, de la traición y del resentimiento para darle paso al perdón. Puede sonar muy simple pero no lo es, al menos no para mí.
Para perdonar hay que sentirse completamente seguro y lo suficientemente sano como para saber que la herida está curada y que no sentirás más dolor al tocarla. Claro, perdonar no es imposible, perdonar es bueno y te suelta de muchas cadenas.
Somos humanos, cometemos errores y algún día pediremos perdón también. Por eso es que después de todo este tiempo te puedo decir que te perdono, sí, te perdono tal y como lo deseabas. Te perdono por haberme mentido, por haberme engañado, utilizado y tratado como un simple trapo de cocina que no era de mucha importancia.
Te perdono las traiciones, los maltratos y las mentiras que tanto me decías. Sí, creo que el tiempo de rabia y de dolor, de resentimiento y de sufrimiento, ya pasó. Ahora no eres nadie más que una simple chica a la que conocí y con ella no quiero ni pienso volver. Eres una piedra en mi camino que ya superé.
Finalizo diciéndote que te perdono y que dentro del arte de perdonar también existe el amor propio, por lo consiguiente no te quiero más a mi lado. Perdonar no es sinónimo de ser tonto así que hazte a un lado que no tengo mucho tiempo.
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