A partir de ese día, el indio fue convirtiéndose paulatinamente en una pesadilla para el ejército de México y los colonos del norte de Arizona, a los que atacaba y saboteaba de forma incansable. Además, siempre lograba escapar de quienes querían echarle de su tierra, riéndose a la par de aquellos que le tenían por hombre muerto.
Fue en mitad de este contexto cuando empezó a ser conocido como Gerónimo, puede que debido a los gritos de los mexicanos invocando a su patrón, San Gerónimo, mientras huían de las ofensivas del chamán.
Lejos de conformarse con hacer la vida imposible a los mexicanos, también se cebó con el ejército norteamericano, protagonizando una década de fugas y persecucciones propias de una película de acción. Llegaron a perseguirle hasta 5.000 soldados norteamericanos y 3.000 mexicanos, y los periódicos le mostraban como el villano más temible y detestable de la nación.
Pero a pesar de su condición de líder, Gerónimo no llegó a ser nunca jefe de los apaches, aunque sí un hombre respetado al que le atribuyeron poderes de adivinación, clarividencia e interpretación de los signos de la naturaleza. De hecho, él mismo llegó a asegurar que no existía bala capaz de matarle, lo que hacía que los suyos llegasen a pensar en su posible inmortalidad.
Tras rendirse y ser trasladado junto a 450 apaches a Florida y un año después a Alabama, fue reubicado en Oklahoma, donde se convirtió al Cristianismo y construyó su autobiografía. Deseaba volver a Arizona, hasta el punto de pedir en persona al presidente Roosevelt que devolviese a su pueblo a su tierra natal, intento que resultó fallido. Finalmente, el terrorífico Goyahkla murió en Oklahoma con más de 80 años debido a una caída desde su caballo.