domingo, 1 de mayo de 2011

BOLDO: La hierba buena que hace mal


Que un científico de primera línea denuncie que una bebida muy común es tóxica sería motivo de alarma en cualquier país del mundo. Sin embargo, en Uruguay eso ocurrió y no pasó nada.

En junio de 2007 la doctora Irene Litvan dijo en el programa VIVA LA TARDE de radio Sarandí que el té de boldo mataba las células del cerebro y podía desencadenar un tipo raro y grave del mal de Parkinson llamado PSP. 

“El té de boldo no se debería tomar. Parece algo común pero es realmente muy tóxico. Hay muchos estudios hechos en Francia, en Alemania, que demuestran la toxicidad de algunas sustancias que posee”, dijo la doctora.

En noviembre de 2007, Litvan volvió a repetir sus advertencias en la misma radio y alertó sobre el consumo de boldo como digestivo. “No tiene casi sentido que uno pueda mejorar la salud con una sustancia que mata las células”, afirmó la doctora. No tiene ninguna lógica, agregó, “querer tener un buen hígado y un mal cerebro”.

Semejantes acusaciones deberían haber provocado algún tipo de reacción de las autoridades y una respuesta de los fabricantes y agentes comerciales del boldo. Pero nada de eso ocurrió.

Litvan no es una doctora más. Nacida en Montevideo y radicada en Estados Unidos, es una autoridad neurológica mundial. Es directora del Programa de Movimientos Anormales de la Universidad de Louisville. Su trabajo consiste en investigar cómo frenar los efectos de enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. El Instituto de Salud de Estados Unidos le otorgó 3,4 millones de dólares para financiar sus investigaciones, según informó el diario El País de Montevideo.

Litvan procura también determinar qué tipo de sustancias pueden hacer que una persona con cierta predisposición genética termine por padecer el Parkinson o una variante más compleja y grave, la Parálisis Supranuclear Progresiva (PSP), una enfermedad en la cual los pacientes no responden a los medicamentos. Esas sustancias que pueden desencadenar estas graves enfermedades pueden ser alimentos. Y es allí donde aparece el boldo.

De la guanábana al boldo

El boldo es un árbol de hojas perennes que puede medir hasta seis metros y crece principalmente en Chile, aunque también en Argentina y Perú. También se lo cultiva en países europeos y africanos de la cuenca del Mediterráneo, donde se aclimató. El boldo mueve mucho dinero: sólo Chile exporta más de mil toneladas de hojas al año. Las exportaciones chilenas crecieron 127% entre 2002 y 2007. Su principal cliente es Argentina, seguido de Brasil, Paraguay y España.

Las cualidades medicinales de este árbol –un arbusto en realidad- son conocidas desde hace siglos, en especial como estimulante hepático, pero también como diurético, digestivo, sedante y antioxidante.
Pero en 1999 ocurrió algo. La neuróloga francesa Dominique Caparros-Lefebvre comenzó a investigar por qué en la isla de Guadalupe, en el Caribe, había un número excepcionalmente alto de casos de PSP y manifestaciones atípicas del mal de Parkinson.

De la investigación surgió que un alto porcentaje de esos enfermos de PSP y Parkinson atípico comían con frecuencia los frutos de unos árboles llamados Anona Muricata y Anona Purpúrea, y bebían un té hecho con sus hojas. Las frutas de estos árboles son conocidas como pawpaw o soursop en Guadalupe, pero existen en otros lugares de América. El soursop en castellano es conocido como guanábana y se lo llama graviola en portugués. En el nordeste de Brasil, muchos lo habrán probado de vacaciones, en exquisitos jugos y helados de color blanco.

El siguiente paso fue estudiar la composición química de la guanábana. Se descubrió entonces que esta planta posee unos alcaloides muy tóxicos, como la reticulina y la isoboldina. Sucesivos estudios de laboratorio revelaron que, por ejemplo, la reticulina mata cierto tipo de células cerebrales. En laboratorios, estos alcaloides desataron el Parkinson en animales. “Uno o dos pawpaw al mes durante dos años hacen que una rata tenga parkinsonismo”, dijo Litvan.

La doctora Caparros-Lefebvre y sus colaboradores estudiaron luego qué otros plantas consumidas por el ser humano poseen los mismos alcaloides tóxicos. El boldo fue señalado como una de ellas. Otras fueron la fumaria, la hidrastis y la celidonia.

La doctora Litvan, en su entrevista relató que fue la propia Caparros-Lefebvre quien le advirtió que el té de boldo que se consume en países como Argentina representaba el mismo peligro que el té de guanábana y otras plantas similares consumidas en Guadalupe.

Litvan hizo pública esta información en un artículo publicado en 2003 en la revista científica Movements Disorders con el título de “Update of epidemiological aspects of Progressive Supranuclear Palsy”, cuatro años antes de la entrevista en radio Sarandí.

Investigación trunca

Los estudios de Caparros-Lefebvre son hoy una referencia en el mundo entero. Una búsqueda en Google del nombre de la doctora francesa arroja 16.300 resultados.
Pero, curiosamente, la relación entre el boldo y el Parkinson pudo ser descubierta en Uruguay años antes que Caparros-Lefebvre realizara su celebrado trabajo.

Entre 1995 y 1997 en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable se desarrolló una investigación conjunta entre esa dependencia estatal y dos laboratorios privados, que financiaban el experimento. El objetivo era estudiar si el boldo podía servir para combatir el mal de Parkinson.
“Pensamos que el boldo, como es un muy buen antioxidante, podía ser útil contra el Parkinson”, dijo Federico Dajas, médico e investigador jefe del Departamento de Neuroquímica del Clemente Estable.
Bajo esa hipótesis de trabajo, el boldo comenzó a ser administrado a un grupo de ratas con Parkinson. Pero los resultados no fueron los previstos. “Las ratas no mejoraban. Algunas se mantenían igual y otras empeoraban”, relató Dajas.

Como el efecto del boldo era contrario al planteado en la hipótesis del experimento, sus responsables decidieron suspenderlo antes de que llegara a su fin. Por eso nunca se publicaron sus resultados, ni tampoco se divulgó lo ocurrido.

Hoy Dajas sostiene que de lo experimentado no se pueden extraer conclusiones válidas para los humanos. Por un lado la experiencia no se terminó. Por otro lado, “de lo que ocurre con las ratas es muy arriesgado inferir una conclusión clínica porque las ratas reciben dosis muy altas”. También destacó que no todas las especies animales reaccionan igual ante los alimentos.
Sin embargo, a la luz de los descubrimientos realizados apenas un par de años después por Caparros-Lefebvre, parece evidente que, en términos de simple y puro conocimiento, hubiera sido bueno seguir adelante con aquel experimento que estaba revelando información tan grave sobre un producto que miles de uruguayos consumen día a día.
“Tan importante como saber si el boldo hace bien es saber si hace mal”, dijo la doctora Litvan por correo electrónico.

Natural y también tóxico

Los neurólogos uruguayos saben que Litvan es una científica de prestigio mundial, pero por ahora en lo que respecta al boldo prefieren mirar para otro lado. La doctora Ofrenda de Medina, integrante del grupo de trabajo sobre Parkinson de la Sociedad de Neurología, dijo que las investigaciones de Caparros-Lefebvre y las denuncias de Litvan son datos sobre los que hay que “esperar una confirmación”.
De todos modos, la neuróloga alertó sobre el consumo imprudente de hierbas supuestamente medicinales.

“Lo principal es que la gente sepa que las hierbas pueden no ser inofensivas. Hay que asesorarse, porque algunas son muy tóxicas”.

La doctora Salomé Fernández, integrante del CIAT y experta en toxicología, dijo que “aunque son pocas las especies vegetales cuya toxicidad intrínseca es elevada, la administración reiterada de dósis elevadas de una planta aparentemente inocua puede ser nociva”.
Que el boldo tiene componentes tóxicos es algo que se conoce desde mucho antes que las investigaciones de Caparros-Lefebvre. El boldo, por ejemplo, tiene ascaridol, una conocida sustancia tóxica, peligrosa si se la ingiere en demasía o por período prolongados.
Por eso, en varios portales de Internet dedicados al uso de hierbas o a la información sobre medicamentos se advierte que el boldo no puede beberse en forma permanente.

“No se recomienda el uso del boldo durante períodos de más de cuatro semanas ni tampoco el uso del aceite esencial de boldo debido a la presencia de sustancias como ascaridol y 4-terpineol, que son tóxicas e irritantes”, dice Portalfarma.com.

También se agrega que “el boldo no debe usarse durante el embarazo debido a la presencia de ascaridol, que es una sustancia tóxica que puede producir efectos adversos en el feto”.

En la página web del doctor Alberto Cormillot se sostiene que el boldo no debe ser consumido por “pacientes con obstrucciones en el tracto biliar o con enfermedad hepática severa”. También que “dosis muy altas pueden causar parálisis”. Esas advertencias están basadas en la monografía Intoxicaciones por té y yuyos de Carolina Rojido, Yanina Pross y Andrés Zapata, de la Cátedra de Pediatría II de la Universidad Nacional de Rosario.
Sin embargo, este tipo de precauciones no son conocidas en general por el público, que consume boldo para mejorar su digestión.
Para la doctora Litvan es grave que el boldo se venda en forma libre, sin ningún tipo de advertencia y sin que se divulgue los peligros que entraña.

Cuando fue entrevistada por radio Sarandí, una oyente llamó y contó que había tomado boldo durante siete años consecutivos. En forma paralela comenzó a perder la vista por un motivo que los médicos estimaban inexplicable. La perdida de visión, originada en un problema neurológico, sólo se detuvo, según contó, cuando dejó de beber las infusiones de la hierba.
A través del correo electrónico se le preguntó a Litvan si consideraba que existía una dosis segura para consumir el boldo. Respondió: “¿Para qué tomar algo que puede ser tóxico? Es como jugar con fuego”.

Fragmento de un artículo de Leonardo Haberkorn publicado en la revista uruguaya Placer, edición de agosto-setiembre de 2008.

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