Ninguna escena de la historia del cine ha sido tan complicada de sacar adelante como la famosa carrera de cuádrigas de Ben-Hur, dirigida por William Wyler en 1959. Fue rodada al natural, sin maquetas, en un decorado construido para la ocasión en los estudios Cinecittà, cerca de Roma, con la presencia de 15.000 extras.
El circo fue diseñado a imitación del circo romano de Antioquía y se tardó un año en construir. La pista de forma oval para la carrera tenía una extensión de 7,3 hectáreas, lo que lo convirtió en el decorado más grande que se había construido hasta entonces para una película. Para levantarlo hizo falta el trabajo de varios miles de obreros durante un año entero que cavaron el óvalo en una cantera. La pista medía 460 metros de longitud y las gradas se alzaban hasta una altura de cinco pisos. Para cubrir la pista de carreras que se ve finalmente en el cine se emplearon 36.000 toneladas de arena traída de diferentes playas del Mediterráneo.
La planificación del rodaje de la carrera también duró más de un año. Se emplearon cuatro meses para entrenar a los 72 caballos que participaron y a los conductores de las cuádrigas. Los caballos de la cuádriga de Ben-Hur eran de pura raza española. Del cuidado de los 72 animales se encargaron un veterinario, un guarnicionero y veinte mozos de cuadra. El rodaje de la carrera en sí necesitó tres meses y 60.960 metros de película, que en el montaje final se quedaron en 228 metros y 32 trepidantes minutos de duración.
Aunque los protagonistas Charlton Heston (Ben-Hur) y Stephen Boyd (Messala) fueron doblados por especialistas en los momentos más peligrosos, tuvieron que aprender a conducir los carros y son ellos realmente los que aparecen en los planos medios. El productor Sam Zimbalist falleció durante el rodaje, con lo que no pudo ver la obra finalizada.